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La semana política
Unidad, unidad, unidad
El acuerdo social del pasado viernes muestra el empeño del PSOE por ganar tiempo antes de plantear reformas que limiten el beneficio privado. Los llamamientos a la unidad entre los estados miembro de la Unión Europea tampoco abordan la cuestión fundamental de la redistribución.
El episodio tiene algo de comedia de enredos. Alguien se da cuenta de que la enmienda que ha pasado en la comisión de reconstrucción vuelve a meter al PSOE en un lío. El diputado Rafael Simancas insiste en que se vote algo ya votado. Va contra el reglamento pero si cuela, cuela. Cuela. Todo contribuye al sainete: la deconstrucción de un voto en la comisión de reconstrucción (de la que la mayoría de partidos pasan en modalidad olímpica), la seguridad con que Simancas se maneja, el apoyo del PP a la mascarada, y la incredulidad de los diputados ante lo que parece un nuevo giro con tirabuzón del PSOE para no mojarse. Si no fuera porque estamos ante la mayor caída de la economía de la época contemporánea, aún nos estaríamos riendo.
El nuevo derrape del PSOE a cuenta de la reforma laboral motiva a Unidas Podemos para cambiar otro voto y reclamar su impuesto a las grandes fortunas en contra de la mayoría socialista. Un día y medio después, se añaden nuevos límites a los textos acordados en comisión. Los socialistas deciden suprimir la propuesta de que las subvenciones y ayudas a empresas tengan condiciones medioambientales, es decir cumplan el ratificado acuerdo de París, sobre brecha salarial de género, y no tengan actividad económica en paraísos fiscales.
La comisión, a estas alturas del mes de julio de 2020, ha perdido el encanto con el que nacieron los nuevos Pactos de La Moncloa invocados por Pedro Sánchez en abril, pero las discrepancias entre los dos partidos de Gobierno, y con ello la separación con los partícipes de la investidura de enero, pone otra vez en cuestión la endeble unidad conseguida en siete meses. El viernes, es decir, ayer, la aprobación inicial de los cuatro documentos para la reconstrucción ocurre en el Congreso lánguidamente, sin apoyos claros de nadie y sin demasiado entusiasmo por parte de ninguno de los partidos del Gobierno de coalición.
Reforma laboral
Oskar Matute: “No pudo haber confusión”
En unas votaciones inéditas, el PSOE solicitó anoche repetir la votación a la enmienda para derogar la reforma laboral presentada por EH Bildu. Una hora antes había votado a favor. Con los votos en contra del PSOE, la enmienda para aprobar la derogación de la reforma laboral fue rechazada.
A la espera de una reforma fiscal de la que no se conoce ningún detalle ─y es probable que no se conozca hasta la presentación de los Presupuestos Generales del Estado─ el Gobierno tiene que elaborar un plan. La dislocación de Simancas y el desconcierto general del PSOE ante la derogación o no de la reforma laboral muestra hasta qué punto ese plan no existe. Lo improbable es que, si el plan es contentar a todos los sectores y grupos de interés que tradicionalmente han dinamizado el partido-contenedor que es el PSOE, ese plan sirva para las mayorías sociales. La última posibilidad es que el único plan sea subordinar a Unidas Podemos para, en el momento oportuno, quitárselo de encima como uno se quita un chicle del zapato. Y a seguir como hasta ahora.
Unidad social
La unidad nunca es un fin en sí mismo. La escenografía puede servir en determinados momentos, pero no hay nada que indique que bajo el empeño de remar todos juntos se pueda salir de una crisis económica. Los precedentes indican lo contrario. Nunca ha habido más ultrarricos en España que en la última década, cuando más ha crecido la desigualdad. “Esto lo arreglamos entre todos” fue el lema de campaña con el que comenzó a andar esa crisis, “todos en el mismo carro, ellos arriba tú abajo”, como cantaba La Polla Records, hubiera tenido la virtud de ser un lema más realista.
Las apelaciones a la unidad de CEOE y Cepyme y su llamamiento a que nada se haga fuera del pacto social ─algo que secundan los sindicatos mayoritarios─ solo indican que la patronal tiene miedo a una salida distinta a esta crisis. La puesta en escena de los acuerdos, que tuvo lugar ayer en la presentación del acuerdo de reactivación económica y social, muestra que bajo la llamada a la unidad está el empeño por no cambiar nada. “Nosotros no compartimos el planteamiento fiscal. No es el momento de estos temas”, dijo el jefe de la patronal nada más salir del acto. La pregunta es si la patronal va a considerar que alguna vez es el momento de presionar fiscalmente a los más ricos: si se espera hacerlo con su beneplácito, no se va a hacer nunca.
Evasión fiscal
Solo ocho de cada 100 inspecciones de Hacienda en 2019 fueron a grandes empresas
La Agencia Tributaria recaudó en 2019 un 4,1% más que el año anterior, pero sigue sin enfocar sus esfuerzos en el principal foco de evasión, las multinacionales.
En España, seis millones de personas, sobre una población activa de 19 millones, están cobrando subsidios o las prestaciones de los ERTE. Desde marzo, la administración española está gastando 5.000 millones de euros en subsidios cada mes para tratar de evitar el descalabro económico. La Inspección de Trabajo ha comenzado esta semana una campaña contra el fraude en los ERTE. Ocho de cada cien empresas de las inspeccionadas hasta ahora han sido sancionadas por incumplir las condiciones del ERTE, en muchos casos por hacer trabajar a empleados cuyo sueldo está siendo abonado, en un 75%, por el Estado.
La unidad en Europa
En una entrevista con varios medios europeos, pocos días antes de que Alemania haya ocupado la presidencia semestral de la Unión Europea, Angela Merkel llama a la unidad de los Estados europeos. La canciller alemana, en su larga gira de despedida por el poder ─este será su último año en primera línea política─ entona algunos cantos a favor de aquello que nos une. Desafina, sin embargo, cuando habla de que las medidas a favor de los países del sur obedecen a un mandato de solidaridad. Si la solidaridad hubiese sido un valor dentro de la Unión Europea tal vez no se habría exigido la claudicación del proyecto de Syriza en Grecia en 2015. No es eso.
La unidad, entendida como superponer unos criterios a otros y esconder las condiciones que han convertido a unos en dominantes y otros en dominados, no tiene valor alguno
Por más conveniente que sea en la lógica de concentración de los grandes partidos políticos europeos, la clave no es la solidaridad sino la justicia y la redistribución, algo que no concita los llamamientos a la unidad pero que tiene mucha más utilidad democrática. No se trata tanto de recabar todos los apoyos sino de proponer un programa coherente en materia de recaudación, como, por ejemplo con la Tasa Google, los impuestos al carbón o el control del dumping fiscal entre países y regiones. Un proyecto que no se sostenga sobre la explotación de migrantes y el beneficio aportada por un sistema con distintas categorías de derechos de ciudadanía.
Tampoco es solidaridad exactamente lo que se debe solicitar a los cuatro países “frugales” (Dinamarca, Austria, Suecia y Países Bajos). Especialmente, los Países Bajos han funcionado dentro de la muy neoliberal Unión Europea como un proveedor de servicios de elusión fiscal. Pero es que, también en los frugales, la crisis del trabajo es la explotación de sus clases subalternas. En ninguno de los cuatro países la tasa de pobreza de su población baja del 11%.
Crisis económica
Alemania asume la gestión de la crisis en pleno auge del euroescepticismo
La incertidumbre se extiende por todos los países de la UE. Las previsiones económicas muestran un derrumbe del Producto Interior Bruto sin precedentes. Las sociedades europeas se muestran desconfiadas hacia la capacidad de la Unión de cambiar el rumbo de la crisis.
La unidad de la izquierda
En el periodo entre 2008 y el hundimiento del proyecto político contra la austeridad en Grecia no se produjo la lectura por parte de los movimientos sociales y del anticapitalismo europeo de que la cuestión de la deuda no se resolvía desde el punto de vista de la solidaridad. Por mala suerte o falta de capacidad para la comunicación, no hubo una lectura compartida sobre lo que significaba la Unión Europea y sus pactos respecto a los “números negros”, de superávit de las cuentas públicas. Esas exigencias solo han sido viables en el neoliberalismo gracias a la cultura de los mini-jobs y la extensión del precariado en la economía de los servicios.
Hacia 2014, se expandió la idea de que la derrota ante el neoliberalismo estaba teniendo lugar porque se atendía demasiado a las políticas de la identidad o por la excesiva atención a la diversidad frente a la defensa de la familia obrera tradicional. Que fuera una falacia (no se deja de hablar de temas de los que nunca se ha hablado) y que esa crítica a la diversidad enmascare crecientemente un ataque a los derechos humanos, no resta importancia al hecho de que esa idea ha servido para poner otro clavo en el ataúd de la llamada “unidad” de la izquierda.
Pero, de nuevo, eso no es lo problemático. Si la unidad de la izquierda solo se puede dar en el carril estrecho de la subjetividad blanca, del desprecio a la identidad de los otros, las otras y les otres, entonces la unidad no es el campo de acción. Es difícil compartir un proyecto de futuro con quienes hoy declaran que no hay nada material, ningún componente de clase, en las demandas de una persona trans contra la discriminación laboral, o en la denuncia del racismo institucional que limita el derecho a la libre circulación de una persona racializada.
La unidad, entendida como superponer unos criterios a otros, esconder las condiciones que han convertido a unos en dominantes y otros en dominados y limitar el reconocimiento de los otros, no tiene valor alguno. A menos que, como parece que hace el PSOE, se aplique aquello que dijo Vito Corleone y antes Sun Tzu: “Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca”.
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Elorduy, de nuevo, con una mirada aguda que también deja espacio para la esperanza y las perspectivas constructivas. Gracias.
Un poquito de presión al gobierno en la calle viene siendo urgente, unidxs frente a políticas, no frente a partidos e instituciones. eso nos pierde.
El p$o€ no derrapa, lo hace a conciencia, saben muy bien a lado de quién están: corporaciones, fondos buitre, empresauriado hispánico, especuladores, discursistas, oportunistas, magdalenistas y demás ladrones. Pilar de la corrupción. Y aún, hoy día, con todo lo que ha pasado en este medio se les trata con benevolencia. Lamentable.