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Salud
Solo el 15% de las enfermas de covid persistente han conseguido volver a su trabajo con normalidad
Isabelle Delgado era una persona muy activa. Tenía una atareada vida social y trabajaba como correctora ortotipográfica para diferentes medios de comunicación. Hoy lleva 10 meses sin poder abrir el portátil y ha tenido que dejar de trabajar. Se contagió por covid el 29 de febrero de 2020, fue de los primeros casos. Desde entonces, su vida cambió. Tres años después arrastra síntomas neurológicos y neumológicos, va de médico en médico, y le preocupa especialmente una inflamación de la tiroides, “me están vigilando un nódulo que es moderadamente sospechoso”, relata. “Me diagnosticaron neuropatía periférica, tengo disautonomía, voy dando tumbos por la calle, como si tuviera resaca, cojeo de la pierna izquierda. Además me han detectado varias lesiones cerebrales”, explica. Todo ello por el covid.
Delgado es enferma de covid persistente. Se calcula que una de cada diez personas que han atravesado el covid desarrollan este síndrome. El 80% son mujeres. Como Delgado, muchas han tenido que dejar de trabajar o, directamente, han perdido sus trabajos. Según un reciente estudio de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), solo el 15,6% de las afectadas trabaja en condiciones de normalidad, frente al 46% que está de baja o trabaja con mucha dificultad. Esta Encuesta de seguimiento de sintomatología de covid persistente, cuyos datos preliminares se presentaron el pasado 16 de junio en un congreso en Granada, refleja que un 9,5% de las personas encuestadas perdió el trabajo y solo un 2,9% ha conseguido la incapacidad permanente por covid persistente. Delgado lo intento. Trabajaba como freelance y se sometió al tribunal médico del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS). Se lo denegaron.
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Tal y como denuncian las afectadas, y una vez transcurrido el periodo de Incapacidad Temporal (IT) máxima, que son 365 días más una prórroga de otros 180, las enfermas están siendo dadas de alta de manera automática. Una sentencia conocida este jueves viene a ponerle freno a esta tendencia: el juzgado número 3 de Donostia ha declarado indebida el alta médica emitida por el INSS a una profesora de Educación Especial del Gobierno Vasco aquejada de covid-19 persistente. Según se puede leer en la sentencia, a la que ha tenido acceso El Salto, al tiempo del alta médica la enferma continuaba presentando la misma sintomatología de covid persistente que determinó su baja laboral. Entre otros síntomas tenía “malestar general, astenia y dolores diversos”, además de “cefaleas, taquicardias, mareos, cansancio e insomnio” o “falta de concentración y bloqueos de memoria”.
Falta de reconocimiento
Pilar Rodríguez Ledo, presidenta de SEMG, explica que de las de 1.122 personas encuestadas para el estudio, el 93,3% empeoran con el esfuerzo físico y el 87,8% con esfuerzos mentales. “Tenemos que ser conscientes de que son personas en periodo activo de la vida, en esta encuesta con una media de 47 años, muchos de ellos hacen trabajos difícilmente adaptables”, explica Rodríguez. De hecho, solo el 33,4% reconoce haber tenido apoyo en el trabajo.
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“Las IT tienen su tiempo máximo y esta enfermedad emergente está durando más. Su enfermedad no se puede adaptar a esta legislación”, explica Rodríguez Ledo, para quien, antes de nada, hay un error de partida: la falta de reconocimiento de los pacientes. “Hay que reconocerles su enfermedad para incluirles en los flujos asistenciales adecuados”, insiste. Por el momento, ni siquiera existe una prueba específica para esta afección.
“El INSS me dijo que el covid persistente no existe, pedí la incapacidad permanente y me la denegaron”
Frente al negacionismo del INSS se topó Muntsa Giménez Saldo de 42 años. Se contagió el 8 de diciembre de 2020. Y, desde entonces, “para que te hagas una idea me asfixio por hacer la cama”, explica a El Salto. Además de la fatiga, a su día a día le acompaña dolor muscular, pérdida de masa corporal, niebla mental y lagunas mentales. “Yo trabajaba como teleoperadora pero me acabaron echando en mayor de 2022”, cuenta. Antes de esto, y después de estar un año de baja, “el INSS me dijo que el covid persistente no existe, pedí la incapacidad permanente y me la denegaron”, relata quien cuenta que, al menos en su caso, pasó por el tribunal, mientras otras muchas reciben el alta de manera automática. El tribunal puso su caso en duda a la espera de una espirometría. Cuando le realizaron esta prueba, que salió bien, le dieron de alta. Pero ella seguía mal.
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Las olvidadas de la pandemia El negacionismo del covid persistente: una cuestión de recursos
Hoy se ha trasladado a vivir a un pueblo pequeño de Lleida. Ha tenido la suerte de encontrar un lugar donde le procuran una adaptación laboral. Trabaja en una cafetería, donde no puede atender en mesa, ni llevar bandeja, ni cargar las cámaras. “Me he ido a vivir a un pueblo chiquitito de Lleida. Aquí todo el mundo se conoce y si tienes ganas de trabajar, te ayudan en lo que haga falta. Trabajo en una empresa familiar, saben el problema que tengo, no puedo servir terraza. Me ayudan mucho, han adaptado mi puesto”, relata.
Dentro de lo que cabe, se siente pues afortunada. En el colectivo al que pertenece, la asociación de covid persistente de Catalunya, se han dado casos extremos. “No puede ser que una persona no pueda respirar y que le llegue el mensaje de la seguridad social de que se le ha dado el alta automáticamente con una reincorporación para mañana, para trabajar como frutera en una gran superficie”.
Sin unidades de tratamiento
Isabelle Delgado, que preside la asociación Long Covid Euskal Herria, añade otro ingrediente a esta ecuación de abandono: no existen unidades especializadas en el tratamiento de su enfermedad. “En Euskal Herria no hay ninguna unidad especializada por la pública. Es más, no hay en ninguna comunidad autónoma, lo más parecido es lo que hay en Can Ruti en Barcelona”. Se refiere a la unidad especializada que trabaja en el Hospital Germans Trias i Pujol, creada junto al Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa y la Fundación de Lucha contra las Infecciones. Una unidad excepcional en el sistema público. Delgado denuncia que, al final, las enfermas, acaban acudiendo a la privada.
Estas personas han quedado en un limbo “y al albur de la voluntad de los profesionales que los atienden sin que desde la administración se dicte un protocolo a seguir”
Rodríguez Ledo, que también preside la Red Española de Investigación en Covid Persistente, confirma esta escasez de unidades multidisciplinares especializadas en el tratamiento de esta afección. “Las unidades que se crearon, que se llamaron unidades poscovid, se crearon para tratar las secuelas que deja la enfermedad en su fase aguda, que ponían el riesgo la vida de las personas. Con el estado de inmunidad y vacunación, la enfermedad grave ha ido desapareciendo y estas unidades han ido desapareciendo”, explica. Estas unidades comenzaron a atender a pacientes con long covid, “pero su objetivo era otro”, por lo que estas personas han quedado en un limbo “y al albur de la voluntad de los profesionales que los atienden sin que desde la administración se dicte un protocolo a seguir. En cada provincia hay un circuito diferente que no está cumpliendo con sus necesidades”, detalle.
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Así, en la encuesta se refleja que la media del grado de satisfacción respecto al seguimiento no alcanza los 5 puntos sobre 10. No obstante, los resultados muestran que el médico de familia ha sido el profesional que más apoyo ha mostrado a los enfermos de covid persistente, seguido del internista y el psicólogo.
“ En las consultas a muchas mujeres se las falta el respeto. Les dicen que tienen que adelgazar, que tienen que tener sexo… Las acusan hasta de que su malestar es psicosomático”
“Los pacientes no están codificados ni reconocidos, cada vez que van al sistema es como una consulta nueva”, explica Rodríguez Ledo. “No se hace el seguimiento adecuado. Tienen múltiples síntomas y han de acudir a múltiples especialistas. La mayor parte de las veces no encuentran al profesional adecuado. Somos los profesionales generalistas, como los médicos y médicas de familia, los que más les apoyamos, porque es necesaria una mirada general”, asegura.
Incredulidad
Esto desemboca en situaciones de incredulidad dentro de las consulta. Incredulidad ligada a que la mayoría de las enfermas afectadas son mujeres. “El ninguneo al que se ven sometidas tiene que ver con que sea una enfermedad mayoritaria en mujeres. Si se viera como una enfermedad de hombres habría llamado más la atención. En las consultas a muchas mujeres se las falta el respeto, les dicen que tienen que adelgazar, que tienen que tener sexo… Las acusan hasta de que su malestar es psicosomático”, denuncia la presidenta de Long Covid Euskal Herria. Muntsa Giménez confirma que se ha enfrentado a estos muros. “Durante mis tres primeros meses de enfermedad mi diagnóstico fue de ansiedad”, se queja Giménez.
“Estos pacientes tienen derecho a una asistencia universal. El desconocimiento de la enfermedad que tenemos hoy no puede ser la causa de que estén abandonados”
Para Rodríguez Ledo, sería necesario un compromiso por parte de las administraciones que incluya cambios legislativos para las bajas que se dan entre estos enfermos. Y va más allá: el sistema en su conjunto no les está dando respuesta. “Es necesario conocer a los pacientes, reconocer que esta situación existe e intentar no dejar atrás a nadie. Estos pacientes tienen derecho a una asistencia universal. El desconocimiento de la enfermedad que tenemos hoy no puede ser la causa de que estén abandonados”, sentencia.