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El Salto
Van a por nosotros
La libertad de expresión se halla en grave riesgo por la aplicación arbitraria de la Ley Mordaza y el Código Penal.
Imaginemos. La idea de atentar contra una multitud congregada para expresar su rechazo a los atentados. Poner una bomba en una manifestación de condena a la última bomba de un grupo terrorista. La atrocidad al cuadrado, al cubo. Un potlatch infinito —al nuevo atentado le seguiría una nueva manifestación en la que habría nuevas explosiones, y así— para terminar con la civilización.
Bajemos ahora un peldaño e imaginemos a un profesor universitario que afirmase en clase que los únicos grafitis que deberían permitirse son los que digan "viva la libertad".El 21 de mayo, la plataforma No Callarem celebró en Badalona un festival con la actuación de más de veinte grupos musicales. Música y artes por la libertad de expresión y contra la censura era el lema —en pleno 2017, sí— bajo el que varios miles de personas se reunieron en el parque Gran Sol de Llefià para ver sobre el escenario a artistas del más variado pelaje —Albert Pla, Fermin Muguruza, Mishima, KOP o María Arnal—, algunos de los cuales han experimentado en sus carnes la persecución en distintos grados.El rapero Valtonyc, otro de los participantes, recibió en febrero la sentencia de la Audiencia Nacional que lo condena a tres años y seis meses de cárcel por los delitos de calumnias e injurias graves contra la Corona y de enaltecimiento del terrorismo en las letras de algunas de sus canciones.
La comparación, en este caso, es un recurso fácil e hiperbólico, pero está ahí: el Partido Popular de Badalona ha instado a la Delegación del Gobierno a que emprenda acciones contra No Callarem, ya que en los conciertos se habría quemado una foto del rey e interpretado canciones en las que, según su versión y juicio, se habría incurrido en apología del terrorismo.Sigamos imaginando: una plataforma en defensa de la libertad de expresión que no la ejerciera, que se callase en lugar de tratar de hacerla efectiva.
Cabe destacar la desproporción entre los hechos que se enjuician —que exista juicio, de entrada— y las condenas dictadas: con estas actuaciones se traslada la idea de que es más grave enunciar que hacerEste nuevo episodio, como la propia existencia reactiva e imprescindible de No Callarem, se enmarca en una ofensiva censora y punitiva que en los últimos meses se ha recrudecido, dejando ejemplos tan notorios como la condena a Cassandra por publicar en Twitter chistes relativos a Carrero Blanco.Entre otras consideraciones, cabe destacar la desproporción entre los hechos que se enjuician —que exista juicio, de entrada— y las condenas dictadas: con estas actuaciones se traslada la idea de que es más grave enunciar que hacer.
La reforma del Código Penal en lo que atañe a las penas por enaltecimiento del terrorismo (ampliadas hasta tres años de cárcel), y la definición de lo que se entiende por tal, y la Ley de Seguridad Ciudadana, con sanciones de 600 euros por ofensas a la Policía, son dos herramientas que han favorecido la persecución de expresiones y opiniones, particularmente de aquellas que cuestionan, ridiculizan o ponen en entredicho al poder y sus privilegios.
Lo que parece imperar hoy es que "estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé con tu muerte tu derecho a decirlo"Así, se ha dado la vuelta a aquel mantra liberal inoculado desde la escuela y otras instancias de socialización, cínicamente utilizado en tantas ocasiones por responsables políticos —y falsamente atribuido a Voltaire: en realidad fue popularizado por su biógrafa, Evelyn Beatrice Hall—, de modo que lo que parece imperar hoy es que "estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé con tu muerte tu derecho a decirlo".Van a por nosotros, anunciaban Accidents Polipoètics hace dos décadas en su poesía performance más celebrada y certera. Hoy resulta complicado quitarles la razón.Imaginemos, cómo no. Sigamos imaginando siempre. Pero que no sea lo único que se pueda hacer: hay que continuar diciendo.