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Medio ambiente
Generamos cada año 19 kilos de basura electrónica por cabeza (aunque uno de cada tres se recicla correctamente)
Cada año se generan en España 888 kilotoneladas de basura electrónica, es decir, los aparatos de aire acondicionado, electrodomésticos, ordenadores, fluorescentes y bombillas o móviles que descartamos. De ellas, en 2017 —último año con datos— se reciclaron convenientemente 287, una tercera parte. Medido por cabeza, generamos 19 kilos de este tipo de desecho cada año.
Son datos del informe The Global E-Waste Monitor en su edición de 2020, elaborado por Vanessa Forti, Cornelis Peter Baldé, Ruediger Kuehr, Garam Bel. Las conclusiones indican que los países de la UE son los que más basura generan pero están muy por delante de otros continentes en cuanto a tasas de reciclaje efectivo.
El informe señala que cada año se generan 53,6 megatoneladas de este tipo de basura en todo el mundo. Desde 2014, la generación global de desechos electrónicos ha aumentado 9,2 Mt y se prevé que crezca hasta 74,7 Mt para 2030, indican los autores del informe. 78 países en el mundo tienen una legislación específica para el tratamiento de estos residuos.
El reparto es perfectamente desigual: Europa y Oceanía con más de 16 kilos de e-basura generada por cabeza son los continentes con más deshechos de este tipo, seguido por Norte, Centro y Sudamérica (13,3 kg per cápita). En Asia y África se generaron 5,6 y 2,5 kg per cápita, respectivamente.
Mientras en Europa se recicla correctamente un 42% de los deshechos, en el resto del mundo el nivel baja por encima del 12%. A nivel global, el destino del 82,6% de los residuos electrónicos generados en 2019 es incierto. Un 8% son vertidos irregularmente o incinerados, mientras que aproximadamente uno de cada cinco aparatos de estas características “emprenden un viaje” transfronterizo con vistas a su tratamiento irregular como chatarra o a su arreglo y posterior venta como artículos de segunda mano.
“En los países de ingresos medios y bajos, la basura electrónica la infraestructura de gestión aún no está completamente desarrollada o, en algunos casos, está completamente ausente”, indica el informe. Por lo tanto, la basura electrónica es gestionada principalmente por el sector informal.
Problemas para la salud
Los riesgos para la salud humana de los compuestos que forman parte de estos aparatos afectan especialmente a las personas trabajadoras u operarias que manipulan este tipo de elementos y a la infancia que vive cerca de los vertederos donde se rechazan. Entre los elementos peligrosos están los retardantes de llama bromados (BFR), los clorofluorocarbonos (CFC), o hidroclorofluorocarbonos (HCFC). Cada año, 71 kilotoneladas de BFR —mezclas de productos químicos cuyo objeto es hacer menos inflamables los aparatos— y 50 kilotoneladas de mercurio escapan al control, lo que afecta a la salud del común.
Cada año, 98 megatoneladas de CO2 equivalente son lanzadas a la atmósfera por la ausencia en el reciclado de aparatos de frigoríficos, aires acondicionados y otros electrodomésticos, en lo que supone un 0,3% del total de emisiones relacionadas con la energía.
Los autores del informe destacan el coste que tiene que esos elementos no sean reciclados, y cuantifican en 57.000 millones de dólares la cantidad de materia prima despilfarrada por la falta de un reciclaje efectivo de estos aparatos.
El informe detalla que la demanda de hierro, aluminio y cobre para la producción de nuevos productos electrónicos en 2019 fue aproximadamente de 39 Megatoneladas. “Incluso en un escenario ideal en del cual todo el hierro, cobre y aluminio resultantes de los desechos electrónicos (25 Mt) se reciclan, el mundo aún requeriría aproximadamente 14 Mt de hierro, aluminio y cobre de recursos primarios para fabricar nuevos productos electrónicos”, concluyen los autores de este estudio, que lo relacionan con el aumento, hasta ahora no detenido, de la demanda de esta clase de aparatos.
Daños sobre la salud
Entre los elementos más dañinos está el plomo, procedente por ejemplo de los monitores de tubo, que afecta al cerebro, sistema nervioso y sistema sanguíneo. El cadmio, que procede de placas, contactos e interruptores y afecta a los riñones y los huesos. Bifenil ploricolato, un cancerígeno presente en componentes plásticos y aislamientos, que afecta al crecimiento y al comportamiento. El antimonio, procedente de las soldaduras y los semiconductores, que afecta a la piel y el sistema inmunológico. Y las dioxinas y furanos, cancerígenos, que se hallan en los recubrimientos de PVC.
El reciclaje informal de desechos electrónicos tiene consecuencias nefastas como la muerte fetal, el nacimiento prematuro, la menor edad gestacional o el menor peso y longitud al nacer. Según los autores, este tratamiento incide en niños y niñas en el aumento o disminución del crecimiento, alteraciones del desarrollo neuronal, aprendizaje adverso y resultados conductuales, problemas en la función del sistema inmunológico y función pulmonar.
Por su parte, los trabajadores de desechos electrónicos también han informado de situaciones de estrés, dolores de cabeza, dificultad para respirar, dolor de pecho, debilidad y mareo. A lo largo de la última década han aumentado los estudios sobre la salud en el marco de estos espacios de procesado de chatarra electrónica, lo que ha permitido investigar preliminarmente sus posibles efectos sobre la función hepática, sobre la sangre, trastornos reproductivos y genitales masculinos y efectos sobre la calidad del esperma.