Migración
La crisis sanitaria arrasa con los derechos laborales de los inmigrantes en Italia

Despidos improcedentes, jornadas interminables y falta de rigor en la gestión de los centros de acogida: la situación migratoria en Bolonia como reflejo del resto del país.
Migrantes Italia
Manifestación del 1 de Mayo por los derechos de los trabajadores migrantes, Bolonia Nora Aragón
Bolonia
1 jul 2021 07:00

Paralizados por el desempleo galopante y frustrados por ser la puerta de Europa para miles de personas que migran en busca de El Dorado, fueron muchos los italianos que votaron en las elecciones generales de 2018 y en las europeas de 2019 al hombre fuerte de la extrema derecha, Matteo Salvini. Su lema: los italianos primero.

Esto refleja con claridad la visión que muchos sostienen respecto a las olas migratorias que desde 2015 abordan Italia. Como todos los países de Europa, que han visto incrementarse la llegada de personas migrantes a su territorio, las opiniones están divididas. Hay quienes opinan que los migrantes traen prosperidad y promueven una mejora de la sociedad, y hay quienes opinan, incitados por las fuerzas políticas como la Lega de Salvini, que los migrantes no traen más que desempleo y criminalidad a Italia.

Lo que sí es cierto es que reina el desconocimiento entre los ciudadanos respecto al complejo proceso administrativo, legal y político que conlleva la llegada de estas personas, y los italianos se dejan llevar por rumores y propaganda. Muchos confunden la diferencia entre la denominación “refugiado” o “inmigrante” y creen que todos los extranjeros de piel oscura que se cruzan por la calle son ilegales.

Bolonia, al ser una de las pocas ciudades grandes con un gobierno local de izquierda, se ha convertido en un laboratorio de las políticas sociales de apoyo a migrantes a nivel nacional. El ejecutivo de Virginio Merola, del Partito Democratico, ha creado durante la pandemia diversas políticas locales con la intención de ser de mayor provecho para la comunidad migrante de la ciudad, como una plataforma online donde pueden encontrarse directorios y señalizaciones de servicios públicos necesarios.

La mayoría de migrantes de Centros de Acogida Extraordinaria de Bolonia trabajan explotados por agencias y cooperativas en almacenes logísticos, como el Interporto de Bolonia, o como riders “autónomos” para Glovo o Deliveroo. Otros no tienen trabajo y no ven perspectivas por delante.

Sin embargo, el laberinto administrativo que supone obtener un permiso de residencia o trabajo, sumado a la parsimonia de las instituciones, no ha permitido que estos intentos de mejora de la situación den su fruto. Según estudios relativos a la inmigración realizados con italianos por la Universidad de Siena, se observa que una amplia mayoría de los italianos opina que el país es tratado injustamente en materia de inmigración por la UE.

A grandes rasgos, la visión que los italianos tienen de los migrantes va variando con la mejora o empeoramiento de la situación económica nacional. La realidad no es tan sencilla como parece. Los CAS —Centros de Acogida Extraordinaria— son la institución que en mayor medida determina el futuro de los inmigrantes en Bolonia. En el CAS de Mattei, una antigua prisión, viven cerca de doscientas personas divididas en habitaciones minúsculas en grupos de doce. Algunos de ellos llevan en el país solo algunos meses pero otros viven allí desde hace años.

La mayoría trabajan explotados por agencias y cooperativas en almacenes logísticos, como el Interporto de Bolonia, o como riders “autónomos” para Glovo o Deliveroo. Otros no tienen trabajo y no ven perspectivas por delante. Las condiciones en las que viven se han visto enormemente agravadas por la pandemia: “Vivimos en dormitorios, o contenedores, con poca ventilación. La temperatura nunca se mide, ni a los migrantes ni a los trabajadores que entran y salen del centro de forma continua, de día y de noche. Solo una vez nos hicieron tests y no se tomaron medidas a pesar de ser muchos los que dimos positivo para el covid. Vivimos constantemente expuestos al peligro de contagio y aún no sabemos si nos vacunaremos ni cuándo” protestan.

Muchos de ellos no tienen un médico de cabecera o un código fiscal, por lo que no tienen la oportunidad de ser tratados adecuadamente. Quienes acuden al médico de la instalación tienen que acudir luego a otros servicios sanitarios pagando el tratamiento de su propio bolsillo, sin posibilidad de reembolso o descuentos. Por su parte, aquellos que no trabajan no pueden pagar ni siquiera el viaje en autobús para llegar al hospital, por lo que se hace tarea imposible recibir una asistencia médica adecuada.

“Los permisos de residencia, que solo están vigentes durante algunos meses llegan demasiado tarde, cuando están casi a punto de caducar. Y los costes administrativos de estos permisos salen del bolsillo de los propios migrantes. No hay ningún tipo de ayuda”

Coordinamento Migranti, una de las plataformas que más ha apoyado a los residentes del CAS durante los últimos años, añade que la falta de recursos y desorganización en los centros de acogida es un problema muy enraizado en la administración italiana, ya desde antes de la pandemia. “Es una continua carrera de obstáculos para ellos. Los permisos de residencia, que solo están vigentes durante algunos meses llegan demasiado tarde, cuando están casi a punto de caducar. Y los costes administrativos de estos permisos salen del bolsillo de los propios migrantes. No hay ningún tipo de ayuda. Exigimos además que todos tengan la oportunidad de asistir a cursos formativos y de italiano, ya que sin ellos es imposible que puedan continuar una vida fuera de este tipo de centros” reclaman.

Algunos residentes afirman además ser chantajeados por parte de los empleados del centro: “Si no nos presentamos a la hora y día exigidos se nos retiran los 75 euros mensuales a los que tenemos derecho. Todos los días en el campamento hay episodios de racismo. A menudo nos llaman con nuestro código en lugar del nombre y entran en nuestras habitaciones para hurgar dentro de nuestras mochilas y maletas, mientras estamos ausentes y sin nuestro conocimiento. No somos esclavos”.

Los habitantes del Mattei —casi exclusivamente hombres— decidieron encerrarse en el centro para reivindicar su situación ante la prensa y las administraciones públicas. La respuesta de la Prefectura fue la presentación de una nueva normativa por la que aquellos que ganen más de 500 euros al mes podrían ser expulsados del centro; dado que consideran que este es un dinero de bolsillo más que suficiente para comenzar una vida solos en Italia. Sin embargo, esta normativa ignora un decreto del gobierno, Cura Italia, que garantiza a los migrantes la permanencia en centros de recepción mientras continúe la emergencia del covid19, incluso a falta de requisitos que les permitan permanecer en estos. Por su parte, los directores del centro Mattei niegan reiteradamente todas las acusaciones.

La crisis sanitaria ha perturbado en gran medida la situación laboral de los residentes del Mattei. Más del 70% de los que están en edad laboral trabajan en el Interporto —Almacén de Logística —de Bolonia, donde empresas como DHL, GLS o Yoox los emplean con contratos semanales o incluso diarios de 12 horas. “Nos vemos atrapados en un ciclo agotador sin fin. Los permisos de residencia tardan meses en llegar. Con la excusa del coronavirus, la administración italiana nos está haciendo pagar permisos que caducan prácticamente poco después de recibirlos, de manera que debamos volver a gastarnos 500 euros para solicitar uno nuevo” explica Hamid.

Edafe es nigeriano y vive en Bolonia desde hace seis años. Antes de la crisis del coronavirus trabajaba con una empresa de reparto, pero el 28 de febrero de 2020 le despidieron alegando que robaba material de los envíos, cuando los culpables eran otros compañeros de mayor rango. “Al final los inmigrantes acabamos siendo racistas entre nosotros mismos por el trato que recibimos por parte de los italianos. En la empresa más del 90% de la plantilla somos inmigrantes, pero los que peor considerados estamos somos los negros”.

“Al final los inmigrantes acabamos siendo racistas entre nosotros mismos por el trato que recibimos por parte de los italianos. En la empresa más del 90% de la plantilla somos inmigrantes, pero los que peor considerados estamos somos los negros”

Shariful se levanta a las 5 de la mañana desde hace años para trabajar en la Escuela de Cocina de Bolonia, pero cuando la restauración tuvo que cerrar sus puertas debido a la crisis sanitaria, el propietario tuvo que cerrar la Escuela sin previo aviso. “Me paso el tiempo buscando empleo en todos lados. Trabajé dos días para DHL porque contrataban a mucha gente en Navidad, y las condiciones laborales de los inmigrantes allí son las peores que he visto en tiempo. Saben que hay cientos de inmigrantes esperando desesperados en sus puertas por contratos de apenas siete días y se aprovechan al máximo que pueden de la situación. Incluso sé de compañeros a los que les han pagado solo la mitad de los días trabajados. Se viven momentos de racismo continuamente; no se lo recomiendo a nadie” declara.

Las mujeres inmigrantes no viven una situación mucho más positiva. Yoox es una de las empresas mejor consideradas en Italia en la venta de ropa de firma, y cuenta en Bolonia con una de las áreas más atareadas del Interporto. El pasado noviembre se les hizo un ultimátum a todas sus empleadas —la mayoría de ellas inmigrantes— después de que estas defendieran su derecho a contar con turnos que les permitieran hacerse cargo de sus hijos cuando estos se quedaron sin poder ir a la escuela: o aceptaban los turnos impuestos de cinco de la madrugada a once de la noche o podían quedarse en casa y perder sus puestos de trabajo.

Yoox considera que esta es una elección libre que se da a las trabajadoras, propuesta para hacer frente a la emergencia del covid19 en el lugar de trabajo. La empresa finge no ver que prácticamente todos sus empleados son mujeres y migrantes, que si pierden sus puestos de trabajo corren el riesgo de perder su permiso de residencia o no poder acceder a la ciudadanía, tras años de sacrificios.

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En Bolonia, como en el resto de ciudades del país, la labor de apoyo a los inmigrantes es muy deficitaria por parte del Estado. Es por ello que las asociaciones y ONGs se convierten en el lugar de refugio de los inmigrantes que ven sus derechos vulnerados. Arca di Noé es una de las cooperativas más activas, ya que cuenta con muchos proyectos en colaboración con las entidades públicas boloñesas y europeas: “La realidad laboral de los migrantes es muy complicada con el coronavirus. Ninguna empresa quiere aprendices porque ya no tienen los mismos ingresos que antes de la crisis. Solo contratan a refugiados cuando hay algún tipo de subvención pública de por medio. El desinterés y falta de organización durante años por parte de la administración ha generado una animadversión y escepticismo en los extranjeros que está generando una brecha que va a ser muy difícil de solventar”, valoran.

Por otra parte, el incremento de la llegada de migrantes en el Bel Paese ha promovido que sean muchos los italianos que se sientan amenazados por esta realidad. Es por ello, que algunas cooperativas como la boloñesa Baumhaus han creado proyectos de encuentro de ambas comunidades, donde puedan encontrarse y compartir de una manera más humana que aquella fermentada por los partidos de ultraderecha o los medios de comunicación nacionales. “La sociedad migrante y la italiana están muy fragmentadas. Rara vez ves a una persona africana conversar tranquilamente con una italiana, y es esto lo que promueve los clichés y los odios infundados. Es así que decidimos conformar Connettiamoci, una serie de encuentros donde ambas partes pueden opinar y compartir experiencias relativas a su vida privada y su visión de la sociedad. Y la recepción está siendo muy positiva. Pienso que debería ser algo a desarrollar en toda Italia. Nos haría mucho bien a todos” proponen desde Baumhaus.

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