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Medio ambiente
El enemigo del pueblo
Henrik Ibsen ideó un conflicto entre el bienestar económico inmediato y el daño al medio ambiente. Fue en su obra Un enemigo del pueblo. En la ciudad de Alicante, desde 2016, se ha producido una situación real que ha superado incluso a la que Ibsen imaginó para analizar la naturaleza humana. Hoy una nueva obra de teatro inspirada en la obra de Ibsen nos detalla la repetición de una absurda conducta que parace finalmente conformar al ser humano.
En 1882, el librepensador autor noruego Henrik Ibsen, con el fin de analizar la naturaleza humana, ideó un conflicto entre el bienestar económico inmediato y el daño al medio ambiente y, por tanto, el daño que puede causar ese beneficia en un futuro.
Ibsen concluyó en su obra Un enemigo del pueblo que autoridades y ciudadanos preferirían sacrificar el bienestar futuro de sus hijos y de ellos mismos, antes de renunciar al beneficio económico inmediato. Es más: lucharían contra quien enarbolara la bandera del bienestar económico y material futuro, pidiendo que sacrificaran su beneficios económicos actuales.
Han transcurrido 137 años, han evolucionado las sociedades y el medio ambiente es objeto de protección legal y social. Al menos, en apariencia.
En la ciudad de Alicante, desde 2016, se ha producido una situación real que ha superado incluso, a la que ideó Ibsen para analizar la naturaleza humana. La realidad ha puesto a prueba su genio y le ha dado la razón. Autoridades, empresas y la mayoría de la gente alicantina lucha hoy por los beneficios económicos inmediatos contra quienes reivindican unos beneficios a largo plazo además de un respeto a la salud pública y al medio ambiente. Autoridades de trayectoria intachable están depravando su conciencia sin dudarlo y pelearán contra sus propios ideales para no perjudicar el beneficio económico inmediato. Esto nos muestra la realidad.
Si ser inteligente es pensar en el beneficio a largo plazo y ser listo es pensar en el beneficio inmediato, Ibsen expresó acertadamente que un solo inteligente habría de luchar contra miles de listos, acaso contra toda una ciudad. La realidad muestra que apenas una persona se muestra inteligente por cada 30.000 habitantes en el caso real descrito en esta adaptación: unos pocos representantes de una Asociación de Vecinos, un ecologista, media docena de representantes de asociaciones de padres y un abogado. Eso es todo. Cada uno de ellos, además, ha de enfrentarse a los miembros de sus propias asociaciones.
Ibsen pensó que había una anomalía en el sistema democrático que pone el gobierno en manos de una mayoría irresponsable e inculta. Prefería un gobierno de los mejores, una aristocracia. Ahí, a mi juicio se equivocó: demos es pueblo y kratos es fuerza. El pueblo, que es la mayoría, es el que ha de tener la fuerza, no la sabiduría. El grupo que no tenga fuerza en el gobierno (como las mujeres cuando no tenían derecho al voto, en la época de Ibsen) son objeto de explotación y humillación. Todos los ciudadanos han de tener voto para tener fuerza. La sabiduría es la virtud que ha de exigirse al gobernante elegido por el pueblo, así como a sus instituciones educativas y sus organizaciones técnicas.
Tres son los requisitos que ha de tener una democracia: representación, elección del jefe de gobierno y separación de poderes. En España ni existe diputado de distrito (sí de partido), ni se elige al jefe de gobierno, pues lo hace el legislativo rompiendo cualquier vestigio de separación de poderes.
Aun así, los pueblos no pueden tener otras formas de gobierno que aquellas que corresponden a sus principios. Si no tienen Democracia, si no tienen un gobierno que vele por su salud o por sus intereses, también es responsabilidad de los mismos. Ibsen tenía razón. El enemigo del pueblo es una adaptación de la obra de Ibsen basada en un hecho real. Puedes descargarse gratis pinchando este enlace.