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La semana política
Nuestra parte en esta historia
La pandemia ha provocado una voluntad de repliegue en el Estado nación. La opinión pública ha girado la cabeza al interior de las sociedades, sea en parte por el duelo o por la incertidumbre hacia el futuro. El afuera genera dudas, se está más resguardado en compañía de los demonios familiares, de lo conocido. Pero, esta primavera, las sociedades golpeadas por el mayor acontecimiento mundial de lo que va de siglo —el coronavirus— se han despertado con la reaparición consecutiva de dos fantasmas dejados en el armario del siglo XX: la situación en los territorios ocupados en Palestina y el Sáhara Occidental.
Hay algo de vieja normalidad en los espasmos violentos del sistema en Rabat y Jerusalén. Pero también son un anticipo de próximos capítulos por venir. En el caso del conflicto entre Israel y Palestina, los analistas escriben que se inicia una nueva etapa de movilización, marcada también por el progresivo alejamiento de parte del establishment estadounidense de la doctrina de que “Israel tiene derecho a defenderse” con la que se justifica el apartheid, el lanzamiento de misiles y los ataques mediante drones y los desalojos de la población palestina.
La parte de historia que nos toca es la relacionada con Marruecos, con el Sáhara Occidental —la provincia 53— con la descolonización de África y con la gestión de las fronteras externas de la UE. La doctrina de no hacer nada no soluciona ningún problema, el riesgo es que esos problemas regresen en un momento de volatilidad y zozobra. Es lo que ha pasado esta semana.
Hemeroteca Diagonal
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El reemplazo
Las críticas a la gestión sanitaria también se enmarcan en el tan falso como moderno aislacionismo político, que tiene un pesado pero también un efectivo componente sentimental: el de la excepcionalidad. Cuando se esgrime que este es el “peor Gobierno del mundo”, lo que se subraya no se basa tanto en datos comparados —aunque se esgriman datos e informes sacados de una especie de bazar académico operativo 24/7— sino la emoción de que solo importa “lo de aquí”. Es algo que se expresa en confusos discursos sobre “la patria” o el “hacer patria” que se aplican en uno y otro sentido pero que no se sostiene en un debate sobre derechos humanos.
El efecto de la dejación de funciones por parte de Marruecos era previsible: un pequeño Desastre del 98 en 72 horas, que el lunes 24 de mayo ya habrá sido completamente archivado
Esta semana se ha jugado de nuevo la carta de la agonía. Del cielo nacionalista al suelo del desastre nacional siempre hay un par de metros. La decisión de Marruecos de relajar durante 48 horas su función de gendarme de los pasos fronterizos de Ceuta y de Melilla —una crisis controlada y previsible, como señaló pocas horas después de que comenzase la activista Helena Maleno— ha generado un incendio político de nuevo en torno a la excepcionalidad. El mito de la caída, en este caso de Ceuta a manos de negros y marroquíes, ha removido las pasiones y la respuesta ha vuelto a ser confusa y equívoca.
El efecto de la respuesta de Marruecos a la autorización de asistencia médica al líder del Frente Polisario era previsible: un pequeño Desastre del 98 en 72 horas. Un tema del año que el lunes 24 de mayo ya habrá sido completamente archivado. Una crisis nacional de bolsillo, cerrada antes de que comience el segundo fin de semana sin estado de alarma.
No importa. La clave principal es que el pensamiento de extrema derecha ha encontrado un nuevo principio de realidad desde el que enarbolar su recurrente despliegue de emocionalidad. Al hablar de la “invasión” y el “efecto llamada” se sigue el libreto de las teorías del “gran reemplazo”, un modelo de internacionalismo de la conspiración que sirve de pretexto para cualquier propuesta de restricción de derechos humanos: desde los campamentos de Huelva hasta los territorios ocupados de Jerusalén Este. La base sentimental para la expansión del fascismo en el siglo XXI.
La versión española enarbola el miedo a una “avalancha” de jóvenes “en edad militar”, según el primer provocador de la extrema derecha, dispuestos a subvertir el orden internacional para tomar la plaza mediterránea e integrarla en Marruecos. La cosa es más compleja, como muestra el hecho de que Pablo Casado haya salido escaldado por una reunión hace escasas semanas con partidos marroquíes que reclaman la soberanía sobre Ceuta y Melilla, pero la palabra “traición”, junto con “invasión” funcionan perfectamente para el objetivo de que todo parezca siempre a punto de romperse. Una condición imprescindible para la expansión del discurso fascista.
Ese discurso consigue su objetivo de mostrar a un Gobierno débil. Paradójicamente se acusa de blando al partido que ha convertido a Marruecos en un socio prioritario; que ha utilizado como moneda de cambio al Sáhara Occidental; que no ha dudado ni por un segundo en aplicar devoluciones en caliente y en lanzar al ejército para mostrarse como el partido del orden que siempre fue, el que diseñó la política de fronteras que sigue toda Europa, el padre espiritual del Frontex. Se acusa de poner España en peligro al partido que, para bien y para mal, ha definido el papel de la España actual en el mundo.
El futuro que viene
La historia ha vuelto a sacudir al PSOE en la semana que ha lanzado su proyecto de futuro. Un ejercicio voluntarioso y voluntarista para escapar de la angustiosa certeza de que el proyecto actual del neoliberalismo vive en el tiempo de descuento.
Frente a la política de la excepcionalidad, España 2050, el documento entregado el jueves pretende que el país se enganche o converja con los Estados punteros de la Unión Europea en materia de desempleo juvenil, emisiones de gases de efecto invernadero o abandono escolar. La música suena como un plan para la vieja España dentro de la vieja Europa.
Consideraciones utilitaristas como el hecho de que, para sostener el mercado laboral y las pensiones, es necesaria la integración de “cientos de miles de inmigrantes cada año” justificarían por sí solas un giro total en la política de externalización de fronteras y la desaparición de los mecanismos de control y coerción aplicados hasta ahora para sustituirlos por mecanismos de extensión de derechos. De seguir ese plan, basado únicamente en consideraciones económicas productivistas, no sería necesario untar a Marruecos para que ejerza de cancerbero en Ceuta. La migración sería aceptada como un proceso natural, consecuencia en gran medida de la crisis climática, la guerra o el acaparamiento de recursos en los lugares de origen de miles de migrantes. Pero no se habló en esos términos este jueves durante la presentación de España 2050.
No se quiere confrontar la delirante teoría del gran reemplazo con el reconocimiento de esa parte de la historia asociada al colonialismo que sigue delante nuestro en cada momento. Por tanto, el sustrato del fascismo sigue nutriéndose de esas omisiones y confusiones, y la retórica voluntarista y las promesas de futuro de nada sirven.
Desde hace décadas, prospecciones como España 2050 han sido material de programas electorales y de documentos similares o complementarios —el plan presentado el jueves cita hasta 21 distintos— pero habitualmente han chocado con una realidad dura: el hecho de que para ponerlos en marcha no hace falta consenso si no confrontación política.
Un enfrentamiento también con esa parte de nuestra historia que no reconocemos como nuestra: el expolio, la esclavitud, la guerra, y con sus ramificaciones en el presente: el acaparamiento de recursos, la violencia en nombre de los intereses de la Marca España. Si no, cualquier plan estará expuesto a que los fantasmas vuelvan una y otra vez, a recordarnos lo que fuimos y a impedirnos mirar hacia adelante.
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Las contínuas referencias al abandono del Sáhara por parte de españa para explicar en parte al menos, los hechos de hoy en día, casi me parecen viciados, o viciosos. La tropa de desharrapados de los últimos días en ceuta y melilla, no tienen ni puta idea de lo que es el Sáhara o de lo que fué la Marcha Verde. Son gente pobre que, simplemente, quiere salir de la pobreza. También son gente que es utilizada o se deja utilizar, en tanto no quieren o pueden cambiar una sociedad, la marroquí, feudal. Un país en manos de una monarquía sátrapa que sólo piensa en el dinero, en robar a su propio pueblo. Entonces, me pregunto, hasta que punto todo esto no son más que caprichosos movimientos de ajedrez de un tirano infantil. Así, en tiendo quieran venir, les deseo lo mejor como personas, pero no debemos cargar con la dejación de funciones de un canalla, porque lo contrario, es hacerle el juego y refrendar las injusticias de ese país.
Artículo con DOS partes:
- Un problemón no atendido, ahora y siempre, presente.
- La presentación de un destino deseado para dentro de tres décadas.
(Espero que en Europa, donde se intenta hacer política de lo urgente en una situación sobrevenida e impredecible, no crean que el pueblo español sea tan ignorante como para estar resignados a fabricar con un plano la Historia de aquí a mitad de siglo. "¡Los tratan como a niños!", pueden pensar, y me da vergüenza).
El pasado de lo que hizo España con el Sáhara Occidental nos va a perseguir de por vida, si no se cumplen las resoluciones de la ONU. Los chantajes migratorios, los chantajes pesqueros y los chantajes territoriales siempre volverán si no se resuelve el tema de la descolonización del Sáhara.
Las miradas de largo alcance, la mirada a largo plazo, siempre son útiles, en teoría. Su utilidad depende de quiénes la tengan. Si es la sociedad pensando en común, si es la inteligencia colectiva, es probable que sea útil mirar a largo plazo, pero si se trata de cuatro expertos, por muy expertos que sean, los que planifican el futuro es muy probable que sus propuestas no tomen tierra, que no enraícen y queden en agua de borrajas. O el futuro lo pensamos entre todxs o no habrá futuro o será muy negro.
Pobre hombre, no tiene ni idea de que va a pasar mañana y nos intenta vender la moto con lo que va a ocurrir en 30 años. Ni Iker Jiménez.