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Opinión
No es Poder Popular todo lo que reluce
Es evidente que, dentro de los sectores políticos organizados y no institucionales, estamos viviendo un proceso de ‘ebullición’ teórica. En este impasse histórico, entre un ciclo político que da sus últimos coletazos y el que está por emerger ante nuestra vista, la mayoría de proyectos con perspectivas emancipadoras están inmersos en un periodo de recomposición y reconfiguración estratégica que, sin duda, es esencial para superar las limitaciones del pasado. Empezamos a superar esa idea que nos aboca una y otra vez a la derrota y que entiende los procesos políticos progresistas de masas de forma idealista e ingenua. Sin contradicciones, sin agentes políticos con el interés de desviar los procesos, con una consciencia plena y una estrategia surgida espontáneamente de su naturaleza pura.
Cuando nos referimos en este artículo a ciclo político, no lo hacemos como aquellos que pretenden caracterizar toda esa dinámica social, ahora histórica, como si de un fenómeno meteorológico se tratase. La experiencia nos dice que sobre toda esa fuerza social que se congregó, dentro de todo ese capital antagónico que se despertó, operaron diferentes agentes que pretendían encauzar, desactivar o directamente capitalizar en su propio interés toda esa energía.
Con la certeza de que las que queremos cambiarlo todo necesitamos prepararnos para los acontecimientos políticos que sin duda están por llegar, aprendiendo de los errores del pasado y proyectando una alternativa que esta vez sea capaz de cambiar las tornas, celebramos el debate estratégico y por eso nos implicamos de lleno en él. Por ello, queremos enriquecer la cuestión y analizamos las propuestas de aquellas compañeras que nos hablan de Poder Popular y de Federación de luchas.
Nos centramos en estas propuestas organizativas por varias razones: Nos parecen las más coherentes para la acumulación de fuerzas y, además, para garantizar la autonomía de una clase obrera organizada. Sin embargo, al mismo tiempo, contienen algunos de los problemas que, a nuestro entender, facilitaron la cooptación de las luchas y el desvío institucional hacia manos neoreformistas. Por descontado, nos desmarcamos de las tesis que apuestan por engrosar las filas del partido único vertical.
Un punto de partida interesante pero incompleto
En su artículo “Poder popular y confederación de luchas”, las compañeras firmantes del movimiento de vivienda realizan algunos análisis que nos parecen acertados con el objetivo compartido de superar las limitaciones evidenciadas en el ciclo anterior. A nuestro entender, dan en el clavo cuando señalan “la debilidad del movimientismo como planteamiento estratégico”, que definen como “la suma de repertorios de acción colectiva basados en la movilización sectorial y formas organizativas laxas y precarias” y que habrían mostrado “una gran incapacidad para acumular fuerza a largo plazo”. Según las compañeras, fue esta incapacidad para cristalizar en estructuras e instituciones populares que sostuvieran las luchas, las que permitieron su debilitamiento “abriendo paso a la recomposición del sistema político”. También aciertan al señalar que “las diferentes versiones de la hipótesis electoral han demostrado también una fuerte debilidad”.
Sin embargo, señalar los problemas obvios de sectorializar y atomizar las luchas no es suficiente porque deja en la penumbra que ambas “hipótesis” se sustentaban en un mismo marco de análisis sociológico: un sujeto político desclasado. En definitiva, una visión interclasista que asumía el marco propuesto por los ideólogos del “fin de la historia”, donde la clase trabajadora había desaparecido como sujeto político por el desagüe del tiempo. Si no mostramos cómo la concepción movimentista y la neorreformista se sustentaban en dicho sujeto, no podemos entender cómo todo aquel descontento e indignación se expresó, principalmente, con un cariz ciudadano incapaz de politizar hasta el final la situación y tan fácilmente cooptable por los proyectos populistas. Esta apropiación generó un sujeto político desclasado que fue aceptado sin matices por quienes pretendían construir una alternativa. No estaba desclasado en esencia, sino como fruto de una intervención política bien diseñada.
El desvío y la desactivación de la lucha es la conclusión lógica de cualquier proyecto político que no haga un análisis, material y profundo, sobre el funcionamiento estructural del capitalismo y los Estados. Los enfoques que comprenden las luchas de forma parcial y estanca, incapaces de tejer un eje común, nos abocan irremediablemente a limitar el alcance de las luchas sociales a mejoras parciales. Estos ya nacen con una fragilidad endémica ante la reacción y las dificultades.
Dicho de la forma más clara posible, asumir el marco ciudadanista, populista e interclasista de la ideología burguesa nos impidió, y volverá a impedirnos, construir una estrategia superadora de esta insufrible realidad que es el capitalismo. Para ejemplo, un botón. Las limitaciones analíticas que asumieron el marco del sujeto múltiple de forma acrítica, lejos de permitirnos recoger a grandes sectores de la población bajo un programa revolucionario, nos destinaron irremediablemente hacia posiciones malmenoristas cuando comenzaron a venir mal dadas. Este fenómeno es claramente distintivo en los “ayuntamientos del cambio”, donde los propios protagonistas de los movimientos sociales hicieron de la necesidad virtud en una “apuesta municipalista” que parecía la única salida posible ante la velocidad a la que se disipaba toda aquella fuerza acumulada.
Daniel Bensaïd ya señaló hace años esta misma cuestión, a la que denominó como los frutos históricos de un “momento utópico”. Atrapados entre la derrota histórica de los procesos revolucionarios del siglo XX y sus derivas autoritarias y la aparente irreductibilidad del capitalismo, la década de los 90 articuló una serie de discursos que, si bien expresaban el deseo de un cambio radical, no lograban articular un proyecto concreto de emancipación. El uso constante de “lo otro”; altermundialistas, otro mundo posible, la otra campaña… expresaban claramente una fragilidad estratégica que terminó por tocar fondo tras el último ciclo de movilizaciones. Y de aquellos barros, estos lodos.
Tropezar dos veces con la misma piedra
Desde nuestra perspectiva, la propuesta articulada por las compañeras, y a la que nos referimos por parecernos la que articula mejor el sentido común actual en los movimientos contestatarios, carga con el mismo hándicap. La “hipótesis del poder popular”, tal y como la describen, pretende construir “bloque social de carácter contrahegemónico, arraigado en las luchas y cimentado sobre una base sindical” “que se articula mediante la confederación de las distintas luchas que surgen como respuesta a la situación de crisis multidimensional del capitalismo”, sin señalar cuál es la alternativa al capitalismo ni cuál es la base social con la que construir esas luchas.
Podemos caer en el error de malinterpretar el término ‘Poder Popular’, que en Latinoamérica pretendía extender el concepto de “clase trabajadora” incluyendo a los excluidos, los indígenas y los campesinos en una especie de traslación imposible a una sociedad de “clases medias”. Poder Popular, fuera de una posición socialista, y no solo anticapitalista de forma ambigua, vuelve a ser una propuesta condenada a ser cooptada por proyectos populistas que desvíen a un callejón sin salida a las luchas o a que sean hegemonizadas por las clases más privilegiadas.
Sin hablar de socialismo como la única alternativa capaz de resolver de forma generalizada la injusticia social y la deriva ecocida que nos dirige inexorablemente al colapso climático, y sin hablar de clase trabajadora como el sujeto capaz de constituirse como garante de un proceso de transformación real y total, volvemos a tropezar con la misma piedra de la indeterminación política “del sujeto múltiple” como una amalgama interclasista que no puede producir ni sostener un cambio como el que nuestro planeta y nuestra clase necesita. Desde estas posiciones se hace imposible “evitar un nuevo ciclo de crisis-descontento-movilización-frustración-desmovilización” porque la ruptura de ese círculo vicioso pasa por la ruptura radical con el sistema capitalista y el desarrollo de un sistema socialista a nivel mundial. Y además es imposible si no se construye el sujeto capaz de realizar dicha tarea y se encomienda a un monstruo de mil cabezas que apuntan en direcciones opuestas.
Una estrategia de Poder Popular con perspectiva de clase, socialista y revolucionaria
A nadie se le escapa que el término Poder Popular es problemático en sí mismo, pues en un intento de romper con posiciones obreristas completamente anacrónicas y que no representan la diversidad, la feminización y la racialización de nuestra clase, permite deslizamientos que lo alejan de sus formulaciones más combativas. En un intento de no asustar, por intentar atraer al mayor número de gente, terminamos por no servirle a nadie, o peor aún, terminamos sirviendo a los intereses de otros.
Una estrategia de Poder Popular que no hable en términos de clase, que no ponga en el centro los métodos de lucha propios de la clase obrera y que no entienda el potencial derivado de su posición estratégica en el sistema capitalista; solo puede realizar formulaciones estratégicas de acumulación de fuerzas dentro de los marcos del propio sistema. Esto no implica renunciar a movilizar a grandes sectores de la población que obviamente tendrán características diferentes y demandas particulares, sino entender que estas no serán plenamente satisfactorias sin señalar las contradicciones inherentes del capitalismo. En resumen, para tener capacidad de transformación real, necesitamos irremediablemente tener una perspectiva de clase y un horizonte socialista.
Opinión
Opinión Poder popular y confederación de luchas: hipótesis para un nuevo ciclo político
Más adelante sería interesante discutir temas como confundir autonomía con sectorialización, la función de acumular fuerza social antagónica, potenciar unos modelos muy concretos propios del anarcosindicalismo o el papel de las burocracias en sindicatos y movimientos sociales. Dicho todo esto, celebramos que se pongan sobre la mesa, y se acepten, conceptos como Poder Popular, Confederación o Sindicalismo Revolucionario para los retos políticos actuales. Por ello, ponemos de relieve el peligro de crear de nuevo un ‘cascarón vacío’. Nos toca, junto a las compañeras que apuestan por una alternativa revolucionaria, federal y autónoma, seguir llenándola de contenido.